Y se conjuntaron. Fabiana esperó a que Dante
despertara del enamoramiento hacia Jenny. Regresó a sus morenos y fuertes brazos; fueron recordados como la pareja de futbolistas más cliché del Instituto
Andrés S. Viesca.
Mientras que Andrés hizo coyuntura con una chica que
retwiteaba frases de Facebook en tercera persona; una aspirante a médico que
hablaba sin tenor y que denominaba como ciencia ficción a Divergente, Hush hush
y los Juegos del Hambre...
—¡No!
El abrupto despertar envolvió a Fabiana en un
profundo desasosiego, acorazado de negro y de un frío en la espalda. La
habitación aún estaba oscura. Otra más de estas y despertaría en el suelo, a los pies de un sueño que jamás dominó.
Encendió la lámpara y cuidadosamente abrió el cajón; de sus entrañas, extrajo
una pluma y en la pasta de un libro, anotó:
"¿Acaso son perlas tus cuerdas? Porque tu voz me ha
enviado al azul abanderado de profundo mar".
En referencia al entrañable piano de Andrés.
Quien fuera Fabiana la única que sabe que él palpaba
los dientes blancos de un piano enmohecido y olvidado.
No podían estar el uno sin el otro.
Devotos a tal mentira.
Un desierto de arenas negras les abría la boca para tragárselos sin migas.