—Que tus mares se llenen de lágrimas, nereida—sentenció Andrés.—Porque te has ido y con sed nos has dejado.
El desierto se tragó las palabras amargas que le dedicó Andrés. Si las dunas habrían de escucharlo, el calor le respondía a lágrimas de gorrión.
...
El padre de Soleil, como los padres de muchos otros jóvenes en Viesca, vivía en la ciudad.
Torreón, Saltillo, Lerdo, Gómez-Palacio, Acuña, Piedras Negras, San Antonio.
Desde ellas sostenían al pueblo con un sistema mexicanizado de remesas.
Muchos viescanos jóvenes habrían de dejar a Tetis sola en el desierto; para ser universitarios, habían de desempolvarse los ojos.
Ausencia no es muerte, pero es árida como la misma.
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